viernes, 21 de octubre de 2011

Hasta luego.

Ha pasado mucho tiempo, demasiado tiempo. Un buen día salí huyendo despavorido de esta trinchera que tantas veces, una por cada mueca en la pared, me ha servido de escondite.

Muchos recuerdos colgados en este hogar, fotos de momentos, de gente, de ilusiones que llegaron, y de amores que se perdieron. No se merece esta casucha el final triste y desolado de un abandono en plena guerra. Por eso vuelvo, para echar el cerrojazo definitivo (o no), pero dejando la casa limpia y ordenada. Atar cabos.

De lo que ha pasado no quiero hablar, los últimos harapos que dejé por aquí mostraban una ilusión que creció tan exponencialmente que terminó reventando en algo que no había conocido antes. Y fui tan feliz, pero tan feliz, que incluso encontré ese egoísmo que tenía sin estrenar y me lo puse en una noche de febrero para notar que me quedaba como un guante. Lo guardé todo para mí, los besos, las caricias, las noches mal dormidas… todo ha sido tan distinto, que no quería compartir con nadie que no fuera ella el maremoto de sentimientos que me engordaron tantos kilos.

Se acabó, y con el egoísmo todavía puesto, recién planchado, también decidí saltear mi dolor con lágrimas, meterlo un poco al horno para que gratine, y disfrutar de mis miserias sin vomitar nada.

Poco más que aclarar, ahora toca volver a poner cimientos y construir. Buscar la ilusión en algún mercadillo dónde la vendan rebajada, ponerme guapo, y buscar cada día un motivo para sonreír.

Ahora sólo queda el adiós, agradecer a todos los que en algún momento habéis tomado café por aquí, por saber encajar cada historia que os he contado, por participar en todas ellas. No creo que vuelva, al menos aquí.

Un placer.

 
Escrito por Brasidas a las 16:38, | 0 También lloran