La verdad es que éstas no son horas de escribir. No pretendo que lo que salga sea bonito, o tenga un mínimo de coherencia. Estoy muy borracho, ya lo estaba a las 10 de la noche, pero me he vuelto en taxi porque soy grande y fuerte. Podría hablar de muchas cosas, pero las ninfas están de juerga por
ahí y pasan de mi a
jierro. No voy a hablar de todas las cosas feas que me han pasado, ni de cobardes que se quitan la vida, ni de amigos que no lo son tanto, ni de tantas otras mierdas. Tampoco voy a hablar de como el otoño ha llegado con fuerza, con la gente de siempre, con su
elephunk, con sus Hombres G + Mecano en el Sopa, con sus borracheras sucias y de hambre. Quiero hablar de
Josep Lluis Martí. Ya sé que me prometí no hablar de fútbol
aquí, pero no encuentro un ejemplo mejor, se aceptan propuestas.
Martí es el clásico jugador de club, para los que no sepan de fútbol ésto significa el típico jugador que lo da todo por el equipo.
Martí destruye,
Martí construye,
Martí hace la cobertura cuando alguien se descoloca,
Martí pasa la pelota,
Martí hace ruedas de prensa cuando el equipo va mal,
Martí es el capitán... en definitiva
Martí se parte la cara por sus colores. Ya no defiende mi camiseta, pero lleva tatuado un 16
AP en su dorsal para recordar a Don Antonio Puerta. Ese
crack nacido en
Mallorca, ha aprendido a vivir una ciudad y unos colores que no eran los suyos y los defiende a muerte sin sacar ningún tipo de beneficio. Yo me siento
Martí, desde hace un tiempo, y no me importa. Yo no tengo calidad, ni soy el que metes los goles, ni el que el público corea cuando sale del campo. Yo soy
Martí, el del trabajo sucio, el que está siempre pidiendo la pelota... al que no le importa nada más que el equipo. Sin duda el que más disfruta con sus victorias, y el que más sufre con sus derrotas. Y aquí no pasa nada. Siempre
Martí.